miércoles, 13 de octubre de 2010

Sexo y Temperamento de Margaret Mead

Por Gorgona

Sexo y Temperamento es una de las obras más conocidas de la antropóloga Margaret Mead. En dicho texto la autora presenta estudio comparativo entre tres culturas distintas: arapesh, mundugumor y tchambuli. Estudio con el cual busca dar cuenta de cómo estas “sociedades primitivas” han agrupado sus actitudes sociales hacia el temperamento en relación con las diferencias entre los sexos. ¿Consiste el temperamento que se le atribuye a cada sexo algo natural? ¿O acaso corresponden a elaboraciones sociales ajenas a los hechos biológicos de cada sexo?

Para responder a estas interrogantes la autora nos muestra las realidades de estas culturas que nos llevan a cuestionarnos respecto la naturalización occidental del Hombre fuerte y dominante y a Mujer débil y sumisa. En el caso de los arapesh, tanto hombres como mujeres presentan un temperamento que a ojos de un occidental tildaríamos de femenino. Son pacíficos, cooperativos y cariñosos con los hijos. De manera contrastante, en el caso de los mundugumor, tanto hombres como mujeres presentan un temperamento “masculino” pues llegan a ser crueles, agresivos, positivamente sexuados y con un mínimo de ternura hacia los hijos. En el caso de los tchambuli, por su parte, nos encontramos con lo inverso a nuestra cultura, en la medida en que las mujeres son dominates e impersonales y las que dirigen, y los hombres son menos responsables y se encuentran subordinados a la mujer. ¿Es posible que estos contrastes radiquen en elementos innatos y biológicos? ¿En dónde radican estas diferencias tan profundas entre una cultura y otra?

El material expuesto por Mead sugiere que muchos de los rasgos de la personalidad definidos para lo femenino y masculino se hallan débilmente asociados al sexo, de la misma forma que la vestimenta, el peinado, etc. Para Mead, los temperamentos propios a cada cultura y a cada sexo se dan según los distintos tipos de condicionamiento social, los cuales actúan moldeando las cualidades innatas de cada individuo, definiendo qué conductas son deseables y cuáles no. De esta forma, los individuos de cada cultura despliegan las personalidades de la cultura en la que nacieron y se educaron.

A la vez podemos apreciar en el material expuesto que no todas las culturas establecen una diferencia de temperamento entre hombres y mujeres, ni todas colocan a un sexo jerárquicamente por sobre el otro. Como podemos ver, en las primeras dos culturas – arapesh y mundugumor - , el temperamento no es algo asociado al sexo, sino que a estas sociedades en general. De manera que quienes no encajan en dicho temperamento no ven cuestionada su sexualidad, sino que sólo son vistos como inadaptados sólo en el aspecto conductual. En cambio, en el caso de los tchambuli, el hecho de que haya temperamentos femeninos y masculinos, al igual que en nuestra sociedad occidental, hace que sus inadaptados no sólo no se ajusten a las conductas esperadas, sino que son visto como invertidos, como hombres afeminados o mujeres amachadas. De manera que al inadaptado se le cuestiona su sexualidad por no sentirse identificado con el temperamento definido como el correspondiente a su sexo. Para Mead, esto implica una serie de dificultades para los individuos y para la sociedad en general. Pues por un lado los inadaptados tienen problemas para integrarse a la sociedad, y por otro, generan confusión entre los que sí encajan en el temperamento de su sexo.

Finalmente, tras haber demostrado que determinado temperamento no es algo intrínsicamente propio de un sexo, Mead trata de hallar una solución a las contradicciones a las que dan lugar las sociedades con distinciones de temperamento según sexo. Y ella señala que ésta parece hallarse en reconocer que bajo las clasificaciones superficiales de sexo y raza existen las mismas potencialidades.

Mead ha sido históricamente muy criticada desde la academia. Y claramente su obra tiene varios puntos cuestionables. Principalmente destacaría el hecho de que generaliza bastante para poder encontrar el temperamento propio de una cultura, de manera que se pierden las individualidades, pues quienes son distintos a ese temperamento, son ubicados por Mead en la esfera de los inadaptados, sin ningún rol mayor en la sociedad. De manera que la identificación de ese temperamento propio de x cultura me parece algo forzado. Por otro lado, y algo que me parece tan sólo un detalle, también es criticable el hecho de que aunque ella trata de no ser etnocéntrica, de igual manera habla de las sociedades distintas como “sociedades primitivas”.

Pero sin duda, a pesar de las objeciones que podamos hacer de la obra de Mead, me parece que hace un aporte importantísimo. El texto de Mead nos muestra claramente evidencia para poder afirmar que los temperamentos femeninos y masculinos no son más que construcciones sociales que están enmarcadas social e históricamente. Lo cual me parece un paso enorme, no sólo para las ciencias sociales, sino que para nuestra sociedad.

A pesar de que Mead dice expresamente de que su libro no apunta a la reivindicación de la mujer, da muchos argumentos para ello, pues hace grandes avances al establecer que lo femenino y lo masculino es en gran parte una construcción social entorno a las diferencias de sexo, y no algo intrínseco al ser mujer o ser hombre. Esto abre pie a la posibilidad de cambiar la posición de la mujer en la sociedad. Pero a su vez, les abre espacio en la sociedad a un amplio grupo de personas que se enfrentaban a la contradicción entre su temperamento y lo que se le exige a su sexo, y todas las consecuencias que para el bienestar psicosocial de dichos individuos implicaba en una sociedad como la nuestra. Abre espacio para la diversidad.



9 comentarios:

  1. Pues a mas de una nos encantaría mudarnos a la tribu de los tchambuli, tal vez no para quedarnos toda la vida pero si para experimentar que se siente al ser tu misma la "jefa" socialmente aceptada, y no la del sexo debil.
    Mañana mismo me compro el libro.
    Un beso enorme de Lulu

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